La Habana, Cuba – 5 de octubre de 2024 – La crisis energética en Cuba ha alcanzado niveles alarmantes, evidenciando un sistema eléctrico que colapsa bajo la presión de una creciente demanda y una infraestructura deteriorada. Este fin de semana, un apagón que se extendió hasta 22 horas se ha convertido en la nueva normalidad para muchos cubanos, quienes se ven obligados a adaptarse a condiciones cada vez más precarias.
La noche del sábado, la población experimentó un corte de electricidad que comenzó a las 6:00 PM y se prolongó por más de 22 horas, un fenómeno que ha sido descrito por los vecinos como el “papá” de los apagones. Con una demanda eléctrica que supera la capacidad de generación, la situación ha llevado a que muchas familias se reúnan en patios, tratando de mitigar el intenso calor y el ataque constante de los mosquitos, que proliferan en estas condiciones.
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La falta de electricidad no solo impide el uso de ventiladores y refrigeradores, sino que también afecta la salud pública. Muchos cubanos enfrentan condiciones adversas, como fiebre alta y debilidad, agravadas por la falta de servicios médicos y la escasez de medicamentos. El dengue y otras enfermedades transmitidas por mosquitos han comenzado a afectar a comunidades que, ya debilitadas, se ven en una lucha constante por sobrevivir.
Con la electricidad interrumpida, muchas familias han recurrido a métodos tradicionales de cocción, utilizando leña o carbón. Sin embargo, el acceso a estos recursos es limitado y costoso. Un saco de carbón puede costar entre 600 y 1,000 pesos, lo que representa un gasto significativo para muchas familias que ya enfrentan una crisis económica. La situación se complica aún más para aquellos que deben lidiar con la enfermedad de sus seres queridos, haciendo que la preparación de alimentos se convierta en una odisea diaria.
Las condiciones de vida han llevado a un incremento en las hospitalizaciones, pero los cubanos también enfrentan el temor de tener que ir a hospitales, donde las condiciones son igualmente precarias. Con baños insalubres y un acceso limitado al agua potable, los enfermos prefieren lidiar con sus síntomas en casa, una decisión que puede resultar fatal en algunos casos.
El año ha estado marcado por una inestabilidad en la generación eléctrica, atribuida a una combinación de factores, incluyendo fallas en la infraestructura y la falta de combustible. La promesa del gobierno de un verano sin apagones ha quedado en el aire, mientras la crisis energética persiste. La respuesta de las autoridades ha sido insuficiente, dejando a la población a merced de un sistema que parece incapaz de adaptarse a sus necesidades.
Las críticas al gobierno han aumentado, con ciudadanos que antes se mostraban leales cuestionando abiertamente la gestión del sistema. La desilusión se ha convertido en un grito colectivo, con un vecino expresando su frustración al afirmar que “esto es un abuso” y que “ya estamos en una comunidad primitiva”.
El colapso energético también ha afectado las comunicaciones. La compañía de telecomunicaciones ETECSA, que hace años enfrenta críticas por su ineficiencia, ha dejado a muchos sin acceso a Internet y telefonía. La batería de los repetidores ha sido un tema recurrente, con la justificación del “bloqueo” como un argumento que no convence a los cubanos.
Las largas horas sin electricidad hacen que los teléfonos se queden sin carga rápidamente. Muchos han aprendido a utilizar sus teléfonos como linternas, enfrentando la oscuridad de la noche con una conexión cada vez más frágil al mundo exterior.
A medida que la vida cotidiana se convierte en una lucha por la supervivencia, algunos cubanos intentan encontrar pequeñas escapatorias en su rutina. La improvisación se ha vuelto una constante, y la búsqueda de agua caliente para el baño, por ejemplo, se convierte en una actividad común. Las cocinas improvisadas, alimentadas por carbón, se vuelven el centro de la vida familiar, donde los miembros se reúnen para sobrellevar las adversidades.
El contraste entre la vida moderna y las condiciones de vida cada vez más primitivas es notable. Para los turistas, esta experiencia podría parecer una aventura exótica; sin embargo, para los cubanos, es una cruda realidad. La disfuncionalidad social y la crisis energética han convertido la vida en un verdadero calvario, y la frustración y la desesperanza son sentimientos que muchos comparten.
La crisis energética en Cuba no solo revela las fallas de un sistema, sino que también destaca la resiliencia de un pueblo que ha aprendido a adaptarse a condiciones extremas. A medida que el gobierno continúa enfrentando críticas por su incapacidad para resolver estos problemas, la población se ve obligada a buscar soluciones en medio del caos. La lucha por la electricidad es solo una parte de una batalla más amplia que enfrenta la sociedad cubana en su búsqueda por una vida digna.